La tarea de escoger una carrera, que posteriormente se transformará en una profesión, no resulta precisamente sencilla. Conoce algunas causas del fracaso en la universidad. Identifica los factores que favorecen o entorpecen ese proceso.
Factores que influyen en el fracaso en la universidad
El ingreso a la universidad representa para la mayoría de los jóvenes una de las etapas más importantes en su desarrollo personal. No solamente está a las puertas de labrar el futuro académico y profesional sino que, además, representa el inicio de un mundo nuevo de relaciones intrapersonales e interpersonales que ponen a prueba las bases afectivas, cognitivas y expresivas de cada persona
Parece contradictorio que para un numeroso grupo de jóvenes el momento que le antecede al ingreso a la universidad, en el que se toman decisiones tan trascendentales, suela llegar en un periodo de suma inmadurez. La tarea de escoger una carrera, que posteriormente se transformará en una profesión, a la cual se tendrán que dedicar el resto de su vida, no resulta precisamente sencilla.
Esta decisión suele complicarse si los jóvenes son presa de influencias externas como la familia, la sociedad y los amigos, y si desde temprana edad su socioafectividad no ha sido construida sobre bases sólidas que permitan fortalecer sus principios, su autoestima, sus destrezas sociales.
Cuando un joven tiene buenas bases socioafectivas, tiende a considerarse como una persona talentosa y definida. Por eso, afirma: “soy yo mismo quien comando mi vida, no mis padres”, “tomo decisiones asertivas”, “me puedo construir”, “tengo claro cuál es mi proyecto de vida”, “me siento pleno y feliz y puedo cumplir mis deseos”.
Por el contrario, unas bases socioafectivas débiles no le permiten lidiar con un sinnúmero de interrogantes y miedos que se despiertan en su interior y que pueden generar una disfuncionalidad.
Al momento de elegir una carrera, muchos jóvenes suelen guiarse por la presión familiar, los incentivos económicos que en un futuro puede representar la profesión, el estatus social que obtendrán o simplemente acuden al método del descarte buscando carreras que no incluyan ciertas materias que se le han dificultado a lo largo de la vida escolar. Son pocos quienes logran aislar las preocupaciones infundadas, los temores futuros y la opinión de la sociedad para elegir realmente una carrera que les apasione, en la que exploten todas sus capacidades y puedan ser plenos.
Al elegir la carrera a partir de las motivaciones incorrectas, los jóvenes empiezan a experimentar dudas vocacionales; muchos pierden el interés en las clases, comienzan a sentir que no son lo suficientemente buenos y consideran la posibilidad de abandonar la universidad.
Las crisis vocacionales suelen ser propias de los primeros semestres, especialmente en estudiantes que no han elegido su carrera de manera bien informada. Sin embargo, existen casos en los que estas se prolongan a lo largo de toda la vida universitaria o, incluso, después de graduarse. Quienes no reaccionan a tiempo ante este problema y prefieren seguir por un camino que evidentemente les impedirá ser plenos, terminan ejerciendo una profesión que no despierta pasión alguna y les impide vivir una vida feliz.
Libertad y autonomía
Una vez comienza la vida universitaria, los estudiantes notan rapidamente las diferencias respecto al colegio. La carga académica aumenta sensiblemente, los profesores dejan de monitorear de cerca los procesos de aprendizaje y surgen múltiples espacios no académicos, dentro de la misma universidad, que llaman la atención de los jóvenes. Si bien, la mayoría se adapta fácilmente a este nuevo ambiente, no todos logran vivir esta transición con tranquilidad y reaccionan con angustia y ansiedad al cambio.
Ante el aumento del ritmo de estudio se observan múltiples comportamientos.
- Hay quienes, producto de la frustración que representa no poder cumplir con las obligaciones académicas, deciden abandonar sus responsabilidades. Estos estudiantes utilizan los diversos espacios que surgen en el entorno universitario para eludir las labores estudiantiles, descuidan las clases y ponen en riesgo su permanencia en la universidad. Este tipo de situaciones son comunes en jóvenes con graves problemas de autonomía y autoadministración (planeación, organización y ejecución). Es el tipico caso del estudiante que en el colegio necesitaba de la vigilancia constante de sus profesores o familia para poder llevar a cabo las tareas que le eran encomendadas. Sin embargo, en el entorno universitario se encuentra ante un escenario de libertad, en el que no tiene la capacidad de ejecutar sus deberes por su propia voluntad, sin intervenciones de terceros.
- Hay quienes ante la angustia optan por centrar su vida exclusivamente en lo académico. Familia, amigos y cuidado personal pasan a un segundo plano, con lo que la universidad, más que una responsabilidad, pasa a ser una obsesión. Si bien, esta forma de afrontar el problema puede ayudar a solventar las responsabilidades académicas, muchas veces termina por perjudicar otros ámbitos de la vida del joven, es decir, se les imposibilita llevar una vida plena. Poco a poco se empiezan a presentar problemas de ansiedad, angustia y depresión.
Bajo rendimiento académico
Se espera que las largas jornadas de estudio y el alto nivel de esfuerzo se traduzcan en calificaciones positivas. Por eso, cuando esto no sucede los jóvenes se llenan de angustia, temor y frustración.
Este aspecto puede tener dos explicaciones.
- La primera cobija a un número considerable de estudiantes que en el día a día dedican gran parte de su tiempo a las labores académicas; sin embargo, los resultados no son los esperados. Esto sucede por problemas de sencilla solución como el uso de métodos de estudios adecuados. No es una situación vinculada con las capacidades y destrezas de los jóvenes.
- La segunda es la preocupante, pues se trata de jóvenes que tienen condiciones más profundas y nunca trabajadas como déficit de atención, trastornos del lenguaje y problemas de aprendizaje (por ejemplo, dislexia y discalculia), trastornos de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo y depresión, entre otros. Este es un escenario muy grave, dado que se trata de una condición interna del joven que le impide concentrarse, prestar atención en clase, autoadministrar su cotidianidad y comprender los conceptos, entre otros.
En la mayoría de los casos, las anteriores situaciones (que afectan el adecuado desarrollo de la vida universitaria) no surgen al momento de entrar a la universidad, simplemente se acentúan. Esto quiere decir que su tratamiento debió comenzar tiempo antes de dar el paso a la educación superior.
Si bien la vida universitaria puede llegar a ser una de las experiencias más gratificantes, pues durante esta podrá desarrollar su pasión por determinados temas, explorar nuevos intereses y crear nuevos vínculos sociales, puede convertirse en un proceso traumático en el que afloran diversas condiciones que llevan a la frustración y a la generación de graves condiciones que afectan la salud mental.
Esto es posible evitarlo, si se adelantan oportunamente diagnósticos y procesos asertivos a edades tempranas.
Martha Lucina Hernández,
creadora de Pedagogía Sana.
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